Tantos textos resuenan virtuosamente en el título Lectura y escritura en la universidad: un abordaje desde la ciencia de la información como disciplina, dela Profesora Yanet Fuster Caubet, publicado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) en 2023[1]. Desde Argentina, viene en seguida a la mente el clásico La lectura y la escritura en la universidad de Elvira Arnoux, Mariana di Stefano y Cecilia Pereira (Eudeba, 2000), manual testigo de los talleres que desde la apertura democrática de 1983 abordan en la Universidad de Buenos Aires la lectura y la escritura universitarias como prácticas sociales que deben enseñarse de manera explícita y en espacios curriculares específicos para integrar efectivamente a quienes ingresan masivamente a los estudios superiores, tanto en grado como en posgrado (Arnoux, E. 2009, 2010, 2012). Y la resonancia entre ese clásico y el texto que presentamos ahora resulta más que adecuada. En efecto, Fuster Caubet indaga la lectura y la escritura universitarias como prácticas sociales en el marco de la comunidad especializada que se conforma alrededor de una carrera de grado en una universidad pública, en su caso, la Licenciatura en Bibliotecología de la FIC. Este nuevo libro sobre lectura y escritura en la universidad constituye en sí mismo, además, un rito letrado en el que estudiantes, docentes, investigadores y autoridades se juegan su identidad comunitaria en estos tiempos desafiantes para cualquier pedagogía, currículo, perfil profesional y posicionamiento ciudadano. Por eso, y porque el libro merece instalarse entre las investigaciones latinoamericanas sobre el tema, es ocasión de celebrar esta nueva publicación de la CSIC-UdelaR.
El prólogo abre la puerta al entusiasmo por el compromiso institucional que exhibe. María Gladys Ceretta Soria, en tanto decana de la FIC y coordinadora del Grupo de investigación Alfainfo.uy (Fuster es una de sus integrantes), da el beneplácito al libro de su colega trascendiendo la cortesía esperable. Con fundamentos académicos, asume de pleno las emociones más positivas de la experta que, desde la gestión, apoya el crecimiento de un miembro de su comunidad. No solo testimonia sintéticamente la historia de investigación de la que deriva Lectura y escritura en la universidad: un abordaje desde la ciencia de la información como disciplina sino también la avala al seguir algunas de sus propuestas:
… tomo con entusiasmo el planteo de la propia Yanet en su trabajo, en el que explica el porqué de su decisión de escribir el trabajo en primera persona, algo que me pareció sumamente relevante a la hora de considerar la comunicación científica y sus implicancias con el sujeto investigador. La subjetividad en la redacción del texto no le quita objetividad a su contenido y la rigurosidad científica se mantiene intacta. (pág. 11)
Reflexiones con este grado de consonancia funcionan como indicio de una comunidad académica en un proceso de reorganización, esforzándose colectivamente por crear una nueva institucionalidad universitaria. En ese marco, el texto de Fuster desmonta lugares comunes y desactualizados no solo sobre la profesión para la que forma la carrera sino también sobre la producción de conocimiento. Esos tópicos tal vez desalienten el ingreso a la Licenciatura de Bibliotecología y, sin duda, son con frecuencia obturantes de la lectura crítica y la escritura esperables en los estudios superiores (di Stefano, 2021). La “objetividad neutral” y la despersonalización intelectualizante de la enunciación académica tradicional quedan desprovistas de su valor canónico en esta obra que Ceretta señala -con toda su autoridad- como resultado a la vez que insumo para la universidad.
El libro parte de una tesis dirigida por Virginia Orlando, de cuya relevante trayectoria destacamos en este punto que es coordinadora junto con Beatriz Gabbiani de la Sede Uruguay de la Cátedra UNESCO/Red Interinstitucional para el Mejoramiento de la Calidad y Equidad de la Educación en América Latina con base en la Lectura y la Escritura[2]. El encuadre que esa cátedra implica orienta la argumentación de Fuster:
… resulta necesario comprender el potencial de las literacidades para transformar prácticas sociales consideradas injustas y para sentar las bases para una mayor participación social y política (Resnik, 1983), creando conciencia crítica para participar en acciones en pro de una sociedad justa (Freire, 1970). Una teoría crítica de las prácticas letradas es, entonces, otro de los planteos que debemos atender a la hora de efectuar una visión panorámica de este tema. Se busca dominar la lectura y la escritura en términos de conciencia, se trata de crear, recrear y transformar de sí, proponiendo una postura de intervención sobre lo dicho, como opinaba Paulo Freire. (p.39)
La producción de Orlando constituye antecedente de constante referencia todo a lo largo del libro de Fuster, quien culminó en 2018 su Maestría en Ciencias Humanas, opción Lenguaje, Cultura y Sociedad, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UdelaR. Integrada a indagaciones posteriores, la obra de 2023 focaliza los escritos de graduación de la Licenciatura en Bibliotecología y analiza en entrevistas a estudiantes sus percepciones “en relación con cómo articulan la comprensión y producción de textos con su formación académica en la disciplina” (p.15). El trabajo profundiza su enfoque sociocultural al apuntar a la comunidad de práctica, integrando al objeto de estudio las voces de docentes que tienen a su cargo también tareas de orientación de las escrituras finales de la carrera.
Los puntos que vamos señalando revelan cómo se entrama la comunidad de la FIC y la UdelaR en el libro que nos ocupa. En el primer capítulo, Fuster se presenta como egresada de la Licenciatura en Bibliotecología y como docente desde 2008. Previendo objeciones, reivindica cuidadosamente esa experiencia dual; como investigadora, controla ese saber vivencial con máximas etnográficas, cuya exposición le permite subrayar cómo el ser miembro de la comunidad investigada impacta positivamente en el alcance de sus observaciones y accesos no solo a materiales formales de la institución sino también a las voces que circulan en ese universo. La orientación argumentativa global del trabajo ya queda declarada en estas primeras páginas; Fuster adhiere a los planteos generalmente admitidos (aunque no siempre sostenidos en igual grado de reconocimiento en los planes de estudio) de que las universidades, más allá de los logros o falencias de los anteriores niveles educativos, deben hacerse cargo de la enseñanza explícita de la lectura y la escritura tal como se las practica en las comunidades universitarias, orientadas a la producción de conocimiento.
La estructura del género tesis imprime su organización general a los ocho capítulos en los que se distribuyen algo más de cien páginas, descontado el paratexto, que presenta varios anticipos precisos del desarrollo de cada parte de Lectura y escritura en la universidad: un abordaje desde la ciencia de la información como disciplina. La lectura resulta particularmente atractiva por las decisiones que explicita la investigadora y la fluidez del estilo que se abre a la primera persona del singular en el polifónico discurso de una tesis.
El estado de la cuestión ocupa el segundo capítulo. Fuster Caubet procede primero sintetizando conceptos de diversos trabajos cuya secuencia temporal lxs lectores no especializadxs pueden seguir a través de las referencias bibliográficas. La investigadora los ordena en función de las nociones que prefiere subrayar para circunscribir su posicionamiento: leer es mucho más que decodificar, la escritura tiene valor epistémico, las representaciones sociales sobre la lectura y la escritura inciden en las prácticas académicas. Con la prudente advertencia de que su clasificación no puede ser tajante, la autora esquematiza cuatro líneas principales de estudios, desde los más centrados en los procesos cognitivos hacia los que entienden lectura y escritura como prácticas letradas (en la progresión, el denominado modelo procesual 3 debería acercarse más al 4 por el encuadre de Arnoux y sus equipos en el campo interdisciplinario del análisis del discurso y la glotopolítica, cfr. di Stefano 2021). Si bien el orden construido fundamenta el distanciamiento de Fuster respecto de lo que se identifica como “alfabetización académica”, su propuesta integra a lo largo de toda la obra aportes de investigadores ubicados en los diferentes enfoques que engloba en el modelo procesual. El cierre del capítulo, destinado a las investigaciones sobre lectura y escritura en diversas facultades de la UdelaR, mapea un contexto institucional propicio para avanzar en la pedagogía universitaria de la lectura y la escritura.
El desarrollo de la noción de la lectura y la escritura como prácticas letradas liga estrechamente el estado de la cuestión con tercer y cuarto capítulos, destinados a marco teórico y metodológico respectivamente. Allí se amplían las referencias ya realizadas a los New Literacies Studies de modo tal que se refuerza el planteo de que la lectura y la escritura no deben ser reducidas a logros cognitivos individuales, despojados de las dinámicas de poder en las que está inmersa toda producción de sentido. Particularmente satisfactorio resulta el espacio destinado a investigaciones latinoamericanas, la recurrente consistencia en la retoma de trabajos de colegas de Uruguay y la consideración de los de la brasileña Magda Soares, en cuyo concepto de “letramento” ancla Fuster para postular el suyo de “literaciones”. Ese plural comprende múltiples facetas y productos culturales discursivos en una doble temporalidad (la de la instancia discursiva y la del tiempo de la cultura), que afilia su investigación a la perspectiva bajtiniana. Con convicción y detalle en la revisión de conceptos como género discursivo, enunciado, enunciación, la autora se concentra en el diálogo tal como lo concibe el teórico ruso. Ese despliegue conceptual da paso a observar variedades de prácticas de lectura y escritura, con sus correspondientes tensiones, atravesadas por las relaciones del poder que se disputa en toda esfera de actividad humana. La explicación teórica se consolida aquí con la caracterización de las comunidades de práctica en el ámbito de la ciencia de la información, en una revisión que enlaza cuestiones globales de ese campo disciplinar con la historia de la FIC y la Licenciatura en Bibliotecología. El cuarto capítulo, aparte de especificar materiales escritos y orales relevados y analizados, se detiene en reflexiones sobre las implicancias del estudio de caso y la investigación cualitativa. Expone dilemas que enfrenta quien investiga, en especial al tomar posición respecto del “objeto de estudio” que constituyen otros sujetos. Sin dudas, en este punto la etnografía y el análisis de discurso favorecen la reflexión sobre sesgos de investigación. La triangulación entre calidad, sensibilidad y responsabilidad en la producción de conocimiento habilita a Fuster para colocarse en cuestiones polémicas y contestar contradiscursos a los que apunta con claridad. Además, para quienes entendemos que la creatividad no es dominio exclusivo de las artes ni la producción de conocimiento del de las ciencias, las acotaciones de Fuster sobre convergencias entre la labor artística y la científica constituyen otro tópico convocante para la lectura de esta zona del libro.
El siguiente capítulo, “La construcción de la ciencia de la información como disciplina y la formación de bibliotecólogos en Uruguay”, es una adecuada transición hacia el núcleo de la obra. Se centra en los discursos de la disciplina como uno de los rasgos identitarios de la comunidad de práctica de la Licenciatura, asociada a la más amplia de lxs bibliotecólogxs. Los debates sobre la distinción entre ciencias de la información y bibliotecología, junto con una síntesis histórica de la constitución de ese campo disciplinar, iluminan demandas que la universidad en general y la Licenciatura en Bibliotecología en particular afrontan ante los campos académicos, profesionales y políticos. Las disociaciones conceptuales alrededor de libro, documentación, información, usuario se proyectan pertinentes para múltiples espacios de formación. El ágil recorrido histórico a través de modelos positivistas, estructuralistas, cognitivistas resulta familiar desde otras disciplinas y se extiende hasta el paradigma social vigente del análisis de dominio, al que adhiere Fuster. Desde ese lugar, en el que el referente principal es Birger Hjørland, se entiende no solo que los dominios de conocimiento conforman comunidades de pensamiento y discurso sino también que el acceso a los materiales y a la tecnología no conlleva necesariamente acceso a la información adecuada para cada persona en cada circunstancia. Estas definiciones son centrales en el análisis desarrollado en los capítulos siguientes y, más aún, para la propuesta de alcance institucional que ellos entrañan a través de una pedagogía de la lectura y la escritura en la universidad. El capítulo muestra “la versatilidad y las posibilidades que la formación en ciencia de la información brinda, trascendiendo el tradicional espacio de la biblioteca y mostrando el fenómeno de la información en sentido amplio, como oportunidad de desempeño profesional en escenarios diversos” (p. 83).
Los capítulos sexto y séptimo exponen los resultados de la investigación. El sexto, “El lugar de la lectura y la escritura en la carrera: escuchar las distintas voces” analiza entrevistas realizadas a 38 estudiantes y 9 docentes durante 2016 y 2017. Múltiples tópicos se despliegan desde cada posición y la analista va destacando puntos de contacto sin forzar correspondencias. Las concepciones estudiantiles sobre la lectura y la escritura al iniciar la carrera, las orientaciones profesionales que lxs ingresantes detectan en la formación, las que existen en el campo profesional, la indefinición del género monografía (con el consecuente impacto sobre la necesidad de desarrollo de las consignas docentes), los desafíos de la enunciación en ese umbral de la comunidad que constituye el escrito de graduación, la sobrecarga del trabajo docente son solo algunos de los temas que invita a quien lee a rememorar propias experiencias de (enseñanza de) lectura y escritura en la universidad o investigaciones realizadas en otras carreras de distintas instituciones de formación superior (di Stefano 2021a ; Pereira y Valente, 2014; Eisner, 2018 solo por mencionar los primeros que acudieron a mi memoria). El séptimo capítulo, por su parte, pone la lupa en el trabajo de tutoría del trabajo final de grado, que en la comunidad analizada se caracteriza por estar a cargo de dos docentes, uno encargado de aspectos metodológicos y otro especializado en el tema seleccionado para la monografía. Después de retomar las entrevistas a propósito de esta escritura, Fuster se concentra en las observaciones que pudo realizar a lo largo de diez encuentros de tutoría entre uno de lxs docentes entrevistados y dos de sus estudiantes en el proceso de producción del trabajo final, a cuyas sucesivas entregas y correcciones pudo acceder. El análisis del caso marca recurrencias de los hallazgos (como la relevancia del conocimiento genérico y la esperable dificultad para construir una voz autorial cuando se es un “recién llegado” a la comunidad de práctica) y permite avanzar en cuestiones más puntuales, como la necesidad de enseñar la atenuación de la enunciación.
Para concluir, “Mi palabra”. Así titula Fuster el capítulo final de este libro, que por un lado cumple la función de sintetizar su trabajo y, por otro, se permite compararlo con un cuadro impresionista. La reflexión metafórica, bien fundada en la teoría bajtiniana, se sostiene en la convicción de que su palabra está habitada por otras voces. Allí surge otra vez la reflexión sobre el arte para captar mejor los procesos de creación colectiva que este libro honra desde y para las universidades, exponiendo un caso que nos apela a todas.