Informatio
27(2), 2022, pp. 360-364
ISSN: 2301-1378
DOI: 10.35643/Info.27.2.15

Reseña


 

Los impensados caminos del sentido

Carlón, M. (2020). Circulación del sentido y construcción de colectivos en una sociedad hipermediatizada. San Luis: Nueva Editorial Universitaria - UNSL.[1]

Fernando Rius Herrero1 ORCID: 0000-0003-0689-1468

1 Facultad de Información y Comunicación, Universidad de la República. Profesor Adjunto, Departamento de Teoría de la Comunicación, Uruguay. Correo electrónico: fernando.rius@fic.edu.uy

Con prólogo de Antônio Fausto Neto, presidente del Centro Internacional de Semiótica e Comunicação (CISECO), nos llega esta obra del semiólogo argentino Mario Carlón, visiblemente situada en el núcleo de sus intereses. La relevancia de la temática, reconocible a primera vista ya desde el título, nos eximiría de toda justificación. No obstante, señalaremos que el origen del sentido así como las vicisitudes de su esparcimiento y transmutación en el seno de las sociedades actuales reclaman un examen constante, renovado y perspicaz ante los atributos particulares que de forma imprevisible despuntan, época tras época, dejando a los investigadores sumidos en la perplejidad, cuando no aturdidos por el escándalo.

Los más lustrosos nombres de la semiótica que conformaron el panteón de la disciplina, a diferencia de Carlón, un recién llegado a mediados de los 90, casi no les dispensaron atención a las genuinas problemáticas de un mundo progresivamente digitalizado, donde las interacciones presenciales y massmediáticas fueron cediendo terreno ante el avance de las experiencias virtuales. Un poco, quizá, porque ya se encontraban en el ocaso de su carrera intelectual y otro poco, nos  inclinamos a creer, dado el sesgo de la formación inicial de aquellos autores, generalmente asentada en las humanidades, los estudios clásicos, la filosofía, todo lo cual iba de la mano del prestigio de la alta cultura.

Cierto es que algunos Popes ya habían desaparecido para cuando los ordenadores entraron en nuestros hogares y lugares de trabajo, pero quienes, como Umberto Eco, por citar una celebridad, continuaron activos hasta la segunda década del presente siglo apenas si dedicaron algunas páginas a estos temas y casi siempre en artículos periodísticos sin mayor ambición.  En otras palabras, esas primeras generaciones de brillantes estudiosos, llevando sus flamantes aparatos teóricos a cuestas, prefirieron ―aunque no todos― dar un paso al escabroso mundo de los mass media, mirado con recelo desde los sectores más conservadores de la academia. Sin embargo, no se aventuraron en los nuevos paisajes que asomaron con el fin de siglo.

Desembarazado de todo prejuicio anacrónico, Carlón ha transitado cómodamente desde esa área, ya tradicional, ocupada en su caso por la televisión y otros medios audiovisuales hasta la más reciente y sugestiva que representan Internet y las redes sociales.

Por eso, empeñado en un cuidado análisis de las peculiaridades de la producción de sentido en estos nuevos medios, lo vemos hacer foco en el caso Chicas Bondi, proyecto que consistió en fotografiar furtivamente a mujeres jóvenes mientras viajaban en el transporte colectivo, exhibiéndose más tarde esas imágenes digitales en la web, con el consiguiente conflicto por las publicaciones no autorizadas; o el episodio del «Manual para conquistar chicas», que involucró a funcionarios y dirigentes de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), en vísperas del Campeonato Mundial de Rusia; o el caso de violencia de género (anterior a la iniciativa #NiUnaMenos) divulgado a través de la cuenta de Facebook de la víctima y rápidamente retomado por los grandes medios.

Muchos otros ejemplos ilustran no solo la diversidad de emisores, antes imposibilitados de hacer oír su mensaje, dado el carácter unidireccional de los medios masivos tradicionales, sino también la ingente variedad de flujos comunicacionales que, facilitados por nuevas herramientas tecnológicas, alteran  las asimetrías o, por lo menos, establecen nuevas condiciones para una circulación desenvuelta, vivaz, laberíntica, que se rige por otros patrones y por ese motivo resulta un verdadero desafío metodológico.

Es justamente esta circulación, por lo heterogénea, incesante, voluble y, al fin de cuentas, inasible, lo que capta la curiosidad crítica del autor, abordando la problemática concreta sin perder de vista la emergencia de un nuevo paradigma social ―hipermediático e hipermediatizado― jalonado por el desarrollo de Internet, la explosión de las redes sociales, incluso de los servicios de mensajería instantánea, podríamos agregar. El usuario es ahora ―a qué repetirlo― el nuevo y alborozado productor de mensajes, que participa en ese torbellino simbólico a título individual o en colectivos de variables escala y consistencia institucional.

En una empresa que podríamos calificar de fenomenológica, Carlón se aboca a describir en su cartografía comunicacional todos los trayectos posibles que su minuciosa observación de la realidad empírica le ha permitido comprobar. El sentido circula agotando las direcciones que previsiblemente podemos tipificar, yendo de un lado a otro o a otros, por circuitos donde se conectan medios masivos y nuevos medios, en forma ascendente, descendente, transversal, horizontal y aun en variantes más complejas, merced a las posibles combinaciones que de ahí surgen.

El trabajo finalmente ofrece como resultado un fresco de la sociedad actual donde resaltan unas comunicaciones que han visto matizar el supuesto poder omnímodo de los medios según exageradas hipótesis de primera hora, aunque sin caer en la versión opuesta, producto de revertir mecánicamente el modelo inicial para hacer recaer, ahora, todo el poder en el agente individual antes inerme. Hay que subrayar, lógicamente, que las consecuencias de esta metamorfosis sufrida por medios y mediaciones va más allá de un cambio meramente formal operado en el diagrama de flujo de unos contenidos que agitadamente se distribuyen y multiplican por canales técnicos. Inútil aclarar, entonces, la existencia de efectos éticos, políticos, jurídicos, por citar solo algunos.

La matriz teórica de la que Carlón se vale, entre otras, rinde tributo a su colega, Eliseo Verón, tan preocupado por el análisis de la discursividad social; al fin y al cabo, se trata de un enfoque de cuyo valor seminal da cuenta no solo la obra que reseñamos, sino también incontables trabajos, sobre todo del ámbito latinoamericano. Carlón retoma el concepto veroniano de mediatización y aprovecha para pasar revista a los aportes multidisciplinarios que a esta noción también hicieron algunos autores nórdicos, contribuyendo a la expansión de un campo de problemas fecundo. Todo análisis social que se precie de exhaustivo no debería obviar esta noción.

Una valiosa distinción manejada por Verón y retomada por Carlón al servicio de su proyecto es entre sociedades mediáticas y sociedades mediatizadas. Las primeras datan de los tiempos en que irrumpen en la escena social los medios de comunicación con su acción sin duda novedosa y gravitante; las segundas suponen una mutación en las instituciones y en los grupos sociales,  reorganizados en función de la influencia normativa de los sistemas mediáticos. Con características propias, esta lógica asimilativa se replica hoy en los medios que, atentos a redes sociales y nuevos lenguajes de la web, reformulan los propios y entablan así una activa relación, en varios frentes, tornando el objeto estudiado en algo múltiple, estratificado y más complejo.

Hay, por tanto, una transformación decisiva que, dicho en términos de Verón, afecta tanto a las condiciones de producción como a las de reconocimiento de los discursos. La era digital, con su caudalosa comunicación que se comporta como una diáspora infinita y se capilariza hasta confines, por el momento fuera del alcance de las investigaciones, habilita, no obstante, el examen del fenómeno en diferentes niveles y facetas.

En otras palabras, la tarea puede ir desde el modesto youtuber amateur cuyos videos tienen unas decenas de vistas hasta los canales de las poderosas corporaciones mediáticas que todavía imperan pese a los cambios en la contemporaneidad, sin descontar la ruptura de las fronteras de estos territorios y la agregación de individuos en colectivos de variable entidad y propósitos, en ocasiones efímeros.

Atento a estas permeabilidades y dinamismos, Carlón objeta el esquematismo de la difundida propuesta de las burbujas autónomas, que pretende describir las redes como si fuesen un conjunto de esferas clausuradas e inexpugnables, habitadas por individuos que comparten perfiles e intereses, pero sin contacto alguno con otras burbujas del mismo o de otros universos sociales. Antes bien, el modelo de sociedad implícito en su obra se aleja de cualquier parangón naval de compartimentos estancos. La plasticidad de las sociedades ―a las que se suele adjetivar empleando el prefijo hiper-― radica en una circulación del sentido que perfora esas burbujas, quebranta las jerarquías y recorre geografías incluso continentales, siguiendo una dinámica de reacciones en cadena y de efecto mariposa digital casi siempre impredecible. Lo que hoy está en el tuit de un usuario de un país periférico mañana puede dar la vuelta al mundo en las grandes cadenas del hemisferio norte.

Con abundantes ejemplos de la realidad argentina, apoyados, de tanto en tanto,  por ilustraciones que procuran abonar la visibilidad de hechos complejos por su naturaleza multilineal, Carlón proporciona un material de suma utilidad para quienes deseen contar con un elaborado marco crítico desde donde analizar nuevos casos de circulación del sentido y conformación de colectivos. Asimismo, se pueden leer estas páginas en clave veroniana, continuando una secuencia de aportes teóricos, poniendo a prueba la aplicabilidad del modelo original del maestro a situaciones emergentes, redescubriendo su potencial heurístico o bien dejando al descubierto presuntas limitaciones frente a realidades que están por venir.

 

Notas

[1] Libro digital en formato PDF, disponible en: http://www.neu.unsl.edu.ar/wp-content/uploads/2020/08/Circulacio%CC%81n-del-sentido.pdf